Así es vivir con el Covid
- Luis Luna
- 13 jul 2020
- 6 Min. de lectura
Crónica basada en un día del doctor Víctor Hugo Rosales Salyano, jefe del servicio de medicina interna del hospital general de México y encargado de la atención médica en el área COVID del tercer piso de la torre quirúrgica.
Como una persona normal, el Doctor Víctor Rosales abre los ojos por la mañana para darse cuenta de que sigue vivo, pues después de todo lo que ha vivido, para él, es un aspecto importante en las mañanas corroborar que su vida sigue en sus manos y no se la ha regalado a un horrible virus.
Víctor suele comenzar sus días como cualquier persona, desayuna, besa a su esposa con dulzura y con un detalle que provoca otro y otro beso, el afecto que presenta en las mañanas es tanto que se distribuye por toda la casa, se lo ofrece a sus dos hijos y a su hija, seguido de su jauría de hermosos perros, la cual se construye por: cuatro xoloitzcuintles, los cuales son conocidos por su endemismo en nuestro país y su estrecha relación con la cultura mexica; un hermoso labrador retriever y un cocker spaniel. Todo ese cariño es tomado con cuidado pues el doctor es consciente de que su trabajo podría resultar nuevamente un riesgo para la salud de su familia, pues recientemente había contraído el virus contra el que tanto ha estado luchando.
El doctor toma un momento de su mañana para recordar lo duro que fue el contagio en su caso particular, ya que para él pensar que su familia podría contagiarse fue un duro golpe, aún así su familia siguió apoyándolo y no dejo que se excluyera, por lo que la decisión más sensata para ellos fue cuidar a su amoroso padre y esposo durante toda su cuarentena.
El recuerdo se desvanece rápido en la cabeza de este hombre, el entusiasmo de ir a su trabajo y las ganas de apoyar a la gente que no posee un conocimiento médico tan extenso se hacen presentes en su ser. Este héroe de la medicina sabe que es un riesgo muy amplio regresar a sus labores, pero está dispuesto a realizar nuevamente su trabajo, por lo que se dispone a desayunar, entra a su cocina donde su esposa le ha preparado un desayuno duradero, debido a que debe de aguantar una extensa jornada en el hospital.
Antes de salir de casa rumbo a al hospital, se coloca su cubrebocas N95 y sus googles, esos dos artículos resultan fundamentales para él como persona responsable, dado que este hombre busca protegerse y a las otras personas que se crucen en su trayecto, ya que conoce el riesgo de volver a ser portador del virus. Después de preparar su equipo del hospital compuesto por un par de zapatos y su uniforme que esta destinado exclusivamente para la zona Covid, también mete a su mochila: gel antibacterial, toallas desinfectantes, cubrebocas y algunos otros insumos que le ayudarán en el trayecto a su trabajo a disminuir el riesgo de contagio. Se encamina por el largo pasillo que lo lleva la puerta que da con la calle, donde voltea una vez más para poder ver que su esposa lo mira con dulzura deseándole un buen día y ofreciendo unas palabras de afecto desde la puerta de su hogar.
A este medico le resulta de vital interés la relación con la gente, por lo que decide utilizar el transporte colectivo e ir observando la conducta social en torno a lo que sucede con esta pandemia. El coraje se hace presente a causa de la falta de interés de las personas en su cuidado ante la pandemia; el mal uso del cubrebocas, algunos lo traen colocado de “gorrito” otros más de “corbata”; la forma de estornudar de las personas o el toque de su nariz y ojos de una manera indiscriminada desata el desagrado del doctor, aún así calmando un poco esta ira decide confrontar a las irresponsables personas identificándose como médico e instruyéndolos a colocarse bien su protección o a darles algunos consejos, también les llega a contar un poco de su trabajo e inclusive les obsequia un poco de gel antibacterial. Algunas personas lo toman a bien y otras más se disgustan, pero Víctor sabe que hace lo correcto por lo que ignora las malas caras y sigue con su día.
Al llegar al hospital debe pasar por los debidos procesos de sanitización de este, principalmente atravesando por la cámara térmica que está ubicada justo en la entrada, esto para identificar que no cuenta con uno de los síntomas del virus, la fiebre. Después verifica que no se le haya hecho tarde y que su reloj no marque más de las ocho de la mañana, que es su hora de entrada a su jornada laboral, sube al tercer piso de la torre quirúrgica para retirar la estorbosa ropa de calle, pues su cuerpo se ha llegado a acostumbrar al uniforme del nosocomio, todo esto cubriéndose de gel indiscriminadamente las manos después de cada contacto con la ropa que portaba en la vía pública, aunque haya sido desinfectado anteriormente en la entrada.
A las ocho de la mañana en punto, las enfermeras le proporcionan la reseña de cómo ha estado el desarrollo de los pacientes internados, informando desde el avance de su virus, hasta el mejoramiento que algunos han presentado o las defunciones de algunos otros. El buen corazón de este profesional de la medicina se hace presente nuevamente y mostrando su empatía auxilia a los enfermos de Covid a bañarse, a levantarse o simplemente a comer mientras les realiza los estudios debidos, rompiendo el paradigma que se presentaba anteriormente de alejarse lo más posible de los pacientes. El humanismo de este doctor a llegado a niveles extraordinarios, pues él sabe que pudo haber estado en el lugar de las personas que atiende de no contar con una excelente salud.
Al caminar por los pasillos de la torre quirúrgica se hace presente un silencio que provoca serenidad y a la vez incertidumbre, pues caminar en donde hay personas que se les dificulta la acción de respirar o de hablar resulta conflictivo para un doctor tan sociable, así mismo el doctor Rosales sabe que muchos presentan un cuadro agudo de miedo pues muchos de los internos saben que la lucha contra el Covid es dura y a muchos otros se les implantó ese miedo de saber que es una enfermedad mortal y por lo tanto pueden fallecer, cuando es muy poca la gente que sale de ese hospital en bolsas para cadáver.
Al concluir su jornada, se percata de lo bien que ha cambiado la actitud de los internistas y lo bien que se han logrado llevar, pues el clásico conflicto en el hospital siempre ha sido entre cirujanos e internistas, los cuales ahora conviven como una familia. El doctor se despide siempre de sus pacientes, preguntando si necesitan algún último favor o algún detalle para pasar la noche, siempre acabando la plática con un “nos vemos el día de mañana”, alentando la esperanza de otro día en estas personas, aunque en algunos casos el sepa que no será así. Así mismo se retira el traje que le ayudó a protegerse un día más ante esta pandemia, desinfecta su equipo con ayuda de cloro y otros líquidos que les proporcionan en el hospital y después obligatoriamente una ducha desinfectante para quitarse esa preocupación de llevarse el virus a su hogar. Por último, coloca su uniforme en dentro de cuatro bolsas para desechos quirúrgicos, una dentro de otra, y pasa por el filtro de la salida de la torre quirúrgica.
Tomando el mismo trayecto que utilizó al salir rumbo a su trabajo, duerme un poco hasta llegar a la ruta de su hogar en donde camina hasta la puerta de su hogar, antes de repartir abrazos y besos como en la mañana, lo desinfectan, se lava las manos de una manera adecuada y coloca su ropa en la lavadora para desinfectarla, las bolsas en las que traía su uniforme de lucha las deposita en una cubeta con cloro para eliminar cualquier virus antes de tirarla a la basura.
Su esposa le llama para cenar y platicar sobre su día, visto que sus hijos se encuentran dormidos á causa de sus clases en línea, el doctor y su esposa cenan y concluyen su día en su habitación, listos para descansar después de otro día compartido con el huésped no deseado llamado SARS-Cov-2.

"Estudiar medicina representa riesgos, pero también representa la posibilidad de ayudar a las personas, y la verdad, las oportunidades de ayuda superan por mucho a los riesgos".- Dr. Víctor Hugo Rosales Salyano
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