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El milagro de la vida en medio de la pandemia

  • Foto del escritor: María N. Martínez.
    María N. Martínez.
  • 26 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

Hace algunos años no habíamos creído el mundo en el que hoy estamos colocados, la gente, nuestros trabajos, los trayectos comunes de la casa a la escuela, la convivencia con aquellos que conforman nuestra comunidad, el simple hecho  de realizar nuestra actividades diarias se ha visto modificado por un evento que jamás pensé vivir, la pandemia por COVID 19.


El famoso barrio de la Transito principia en la calle escuela medico militar, esa que queda pegadita a la avenida de San Pablo del viejo barrio del centro, la misma que alberga a sus comerciantes y a todas las bodegas que hoy se encuentran desbordantes de mercancía que no a podido salir por aquello de la pandemia, camino por esas calles en la que he corrido desde pequeña y que mi madre me hizo aprenderme a detalle desde que me tuvo que dejar solita en la casa para poder salir a trabajar.


El número cuarenta y uno de la calle Xocongo se aprecia a lo lejos con letras blancas y un zaguán negro,  una unidad habitacional de recuperación por el sismo del ochenta y cinco, sus edificios fueron pintados de color amarillo hace muchos años, hoy ese amarillo parece ser más bien un blanco desgastado por el sol que cae sobre estas casitas todas las mañanas.


El portón se encuentra abierto de par en par como medida de seguridad, para que las más de  doscientas familias no tengan que pasar por la pequeña puerta y evitar eso de los contagios, camino por el estacionamiento y entró en un pasillo angosto, mi destino es el edifico veintitrés “A”, departamento cuatrocientos cinco, puedo sentir el olor a comida desde antes de subir las escaleras grises de concreto, no hace falta anunciar mi llegada, los perros se encargan de avisar a base de ladridos que alguien está por venir, a lo lejos puedo escuchar los gritos de mi hermana, si, de mi carnala la hija de otra fulana.


-¡Sube negra, vamos a ir al hospital!


Con cuarenta y dos semanas de embarazo, el pelo chino y ralo porque ha perdido sus vitaminas, unas ojeras que evidentemente cuelgan hasta su sonrisa y un vestido que deja ver la panza donde hace nueve meses se gesta el milagro de la vida, veo a Michelle Andrea abriendo la puerta de la familia Lozano, conformada por 5 hijos un padre comerciante y una madre de esas bien mexicanas, luchona y escandalosa, son el perfecto retrato de las bellas familias mexicanas de esas que son unidas, de esas que son trabajadoras.


Digo mi hermana porque estos pasillos y estas calles nos vieron crecer juntas, puedo recordarme comiendo en su casa como si yo fuera una hija mas, una casa que sufría de muchas carencias pero estaba llena de amor y en donde siempre me hicieron sentir parte de su familia.


Llegó hasta el quicio de la puerta donde sus tres perros me reciban ladrando, la veo ahí sentada en el sillón café de siempre, el mismo donde vimos películas muchas veces, trae puestas unas pantuflas grandes, desgastadas, esos son sus únicos zapatos desde que los pies no se le han parado he hinchar, su esposo se apresura a ofrecerme una silla de la barra roja que utilizan como comedor todos los dias, quisiera besarla y abrazarla puedo notar cuanto a sufrido pero el COVID también nos quitó eso , el poder sentir su corazón cerca de mi, el poderle dar un abrazo de esos que dicen “no me voy a ir hermana”, la pandemia nos quitó muchas cosas pero ciertamente la que mas extraño es sentir el calor de quien te ama, me apresuro a lavarme las manos, aplicar gel y colocar mi cubrebocas bien, el miedo que siento de poderle llevar la enfermedad es muy grande, le ayudó a ponerse un suéter largo de su marido, el único que le cierra, sus manos sudan, sus ojos se ven caídos pero brillan con una intensidad diferente, sonrie aunque los dolores de parto se empiezan a hacer presentes de manera intermitente, toma sus últimos estudios y se aproxima a la puerta.


El sistema de salud se ha visto involucrado en un enorme reto desde que la enfermedad llegó a nuestro país, hospitales saturados, insumos insuficientes y una población con diferentes enfermedades que agravan aún más la situación que vivimos, pero en medio de todo este caos en los hospitales no se pueden olvidar de los niños que están por venir al mundo, este mundo infectado que los verá nacer.


El Hospital Homeopático, fue uno de los destinados para recibir exclusivamente a las futuras madres que pretenden aliviarse en medio de esta crisis de salud, hay carteles colocados desde la entrada que anuncian sólo podrá entrar la mujer embarazada con cubrebocas, papeles, maleta en mano y ningún acompañante.


Espero afuera junto con sus padres y su esposo noticias, queremos saber si Emi vendrá al mundo hoy, los minutos parecen pasar lento no puedo apartar la vista de la entrada en donde varias mujeres esperan el acceso, todas diferentes pero con la misma preocupación traer vida al mundo en medio de una crisis por pandemia.


Veo ese pelo negro y despeinado bajar por las escaleras con cara de desesperación, de desilucion.


-No hay doctores.


No es raro saber que el gobierno no cuenta con planes específicos que ayuden a resolver esta emergencia, pero cuando eres un mexicano promedio que vive del comercio y no tienes un trabajo fijo, el pagar un hospital particular representa un esfuerzo grande.


Puedo notar la preocupación de sus padres, la cara de su marido lo dice todo, nos apresuramos a subir al carro, nuestro destino es el hospitalito del barrio de la Morelos, el que nos vio nacer a muchos, donde nos han enyesado huesos rotos y nos han cosido la cabeza por andar corriendo de chiquitos, quien diría que ese mismo lugar hoy verá nacer a mi sobrino.


Nos enfilamos por la Avenida Fray Servando hasta que se encuentra con Congreso de la Unión, viramos y sabemos que estamos por llegar, el metro morelos se aprecia a lo lejos con todos sus comerciantes que parecen no descansar, con el ruido de una colonia que no duerme , ahí esta el hospitalito de las madrecitas, donde Michelle por fin es recibida por un doctor que se apresura a revisar a checar que ella y el bebé estén bien, hace el tacto y confirma que estamos próximos a conocer el bebé.


Solo pude despedirme de ella antes de que la metieran, hacerle un par de bromas, recordarle lo mucho que la amo y cuanto espero poder ver a mi sobrino con bien.


Pero en el fondo mi corazon late rapido, mis manos sudan y mis ojos estan proximos a llenarse de lágrimas, no es una despedida para siempre, pero la próxima vez que la vea ya no será la misma persona, traer vida siempre va a ser una tarea magistral y hacerlo mientras el mundo entero padece la fuerza de una pandemia es único, Emi un día sabrá que este mundo infectado lo estaba esperando, con una madre temerosa pero también valiente.

Escribo estas últimas líneas desde la comodidad de mi hogar y con la noticia de que soy tía de un hermoso y gordo bebe, ahora las preguntas cambian y las dudas se acrecientan en mi cabeza.


¿Será momento para traer más vidas a este mundo?

Quisiera conocer a mi sobrino, quisiera abrazar a mi hermana, por ahora mi único acercamiento es por zoom y aunque no los puedo sentir, confieso que mi corazón se acelera y me recuerda que para sobrevivir hay que adaptarse, incluso al amor virtual.



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