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Entre pared y pared

  • Foto del escritor: Sara Cedillo
    Sara Cedillo
  • 26 jun 2020
  • 6 Min. de lectura
  • La violencia dentro del hogar


     Todo empezó, una mañana de jueves 19 de marzo, como cada jueves, yo me quedo a dormir en casa de mis tíos en la caótica ciudad de México, ya que como mis amigos y compañeros de la universidad saben, yo vivo en Texcoco, un pequeña, bueno, ya no tan pequeña entidad en el estado de México. Al despertar con los ruidos de la música de mi primo. Recordé que hace una semana atrás planeaba un viaje a Monterrey, ya que mi novio y yo habíamos planeado ir al famoso concierto Tecate “PAL NORTE”. Pero una semana lo habían cancelado porque ya todos habían entrado en una fase llamada contingencia sanitaria o mejor dicho, cuarentena.


    Desperté con un sentimiento de nostalgia sabiendo que ese día planeaba escaparme a monterrey, pero con un sentimiento de nostalgia, ya que sabía que desde ese día hasta un mes aproximadamente (que es lo que se tenía planeado quedarse en casa.) vería a mis amigos y a mi novio. Pero en ese momento de mis pensamientos. Mi tía grito que bajáramos a desayunar.


    Claudia que es mi prima y es mayor que yo por dos años, ya estaba despierta. Eso lo note por el grito a su mamá de un

–YAAAA VAMOOOS.-

 Al bajar por las escaleras blancas y un poco resbaladizas y saludar a la abuela; la casa olía a huevo con salchicha y al voltear un poco hacia la sala, se escuchaba en las noticias:

–las escuelas se mantendrán cerradas hasta nuevo aviso por el plan de contingencia en fase 2.-, cada vez que escuchaba contingencia se me enchinaba la piel, entre mi dije

–Caray, suena a una palabra apocalíptica, y si el mundo por fin se acaba ¿es enserio que moriré a esta edad?-


    Entre desayunar esos famosos huevos con atún en casa de la tía, e ir a bañarme y hacer ejercicio, en reloj de mi celular, la hora era 10:42 am. Así que le pedí de favor a mi prima que me llevara a rectoría, y ella, acepto amablemente, sacando su motocicleta de la sala de mis tíos.


    Al salir y despedirme, de mi tía que es una señora tan risueña, solo me dijo –Cuídate mucho hija, saludos a tus papis y esperemos que todo esto acabe pronto.- . De repente en su televisor volvió a sonar el “quédate en casa”, y mi piel volvió a ponerse chinita pero ahora con un escalofrió y ganas de vomitar; Claudia, muy amable, me presto un casco color negro y uno de sus auriculares, me dijo, que pusiera la música que yo quisiera. A lo cual, sin pensarlo dos veces, puse a una banda inglesa llamada, the Blossoms, subí a su motocicleta, y con muchos nervios me agarre a su cintura.


    Al momento de arrancar, y sentir el viento tocando mi pelo mojado, sonó una canción llamada “Blown rose”, y al cerrar los ojos, y sentir esa brisa la ciudad; se escuchó la voz de Tom (vocalista de la banda) donde dice:

“I'm aching with you

We're breaking, I plead

Don't go easily my love

Felicia”

    En ese momento abrí los ojos y ya estaba en rectoría, me baje de la motocicleta y me despedí dando un abrazo, de esos abrazos cálidos cuando quieres a alguien y a la vez le agradeces. Me forme, para ir por mi tarjeta de crédito ya que había pedido una beca. Y casi llegando a la puerta. Me tomaron la temperatura y me echaron gel antibacterial, frió y algo baboso, lo batí entre mis dedos y manos.


***        


    Dos horas después, llegue a Texcoco, tan pasivo al contrario de la ciudad, y con más calma, ya que, para ese entonces, no se había detectado ningún caso. Camine por las calles de toda mi vida, con mi mochila repleta, ya que tenía mis cuadernos, algunos torpes, ropa del día pasado y mi cobija.


    Había quedado con mi papá, que me recogería al lado de la universidad Chapingo, tome una combi que me llevaría a dichosa universidad y bajarme en una calle muy transitada para encontrarme con ese señor, de mejillas rosadas y pelo blanco.

Desde ese día, sería el día 1 de estos tres meses que llevo en casa.


***


       A pesar de que mi familia es un núcleo pequeño conformado por tres personas. No ha sido fácil llevar estas semanas con ellos.

A veces escucho decir a la señora carolina (mi madre). Las típicas frases de mamá mexicana

- Nadie me ayuda, todo lo tengo que hacer yo-.

- Que piensan, que cago dinero para salir a cada rato, o que.-

     Cuando del otro lado del ring, se encuentra el señor de 70 años mas pacifico del mundo (mi papá) , diciéndole a su contrincante:

- Bien no pasa nada yo lo hago.

- Deja de enojarte mujer que te arrugas.

Y por en medio como el sheriff de la pelea, su servidora. Complemente quedándose callada ante personas que tiene una vida hecha, pero a pesar de todo, les falta mucho por vivir.

***

    A pesar de esas pequeños roces de familia. E tenido el desagradable privilegio, de ver esas riñas que no son sin afecto, pero son con odio.

Vecinos que son agredidos por sus parejas, y que, artos del confinamiento y de estar aguantando una monotonía. Se vuelven peor que cualquier trinchera o video de “The gosth of you de My Chemical Romance.”

    Primero, empiezan los gritos, esos gritos que dan curiosidad pero pánico:

- Otra vez tu “#$%&/&% ya me tienes hasta la “%&%$#”.

- Maldito alcohólico, espero te mueras en tu miseria y “$%”#$%$#”.-

- Tu ve y chi”#& tu “#$%&//&%$#”


    Entre otras muchas más conocidas por la audiencia vecinal. Lo más desgarrador, es escuchar a niños llorar, y gritar que por favor se callen.

Te hace pensar, que si tuviste una infancia tranquila, eso es tan nuevo para ti.

Pero, no, tú te reflejas con esos niños gritando y llorando, sentada de forma fetal en una parte de tu casa esperando que todo termine de una buena ves para así, volver a salir a jugar o simplemente llorar.

    El ambiente, se pone tenso, y en ese momento , después de los llantos, gritos y algunas cosas caer.

   

    Se crea un silencio que te envuelve y te da una tranquilidad porque ya todo acabo. Pero un suspenso por saber si están bien todos. Y esperar a que no se vuelva a repetir, pero estas en un engaño sabiendo que volverá a pasar.

    Horas más tarde, al ya casi oscurecer, me subo a fumar un cigarrillo a la azotea, así sin molestar a nadie, y mirar tanto a los arboles de pirul que se mesen con el viento como a el humo de aquel cigarrillo que sostengo con mi mano derecha. Sentir ese viento que te pega en tu cara cuando miras hacia las montañas y te acuerdas, que detrás de esas grandes elevaciones de tierra se encuentra alguien que tanto quieres pero no puedes ver.


    Se aparece tu vecina. Del otro lado de la coniza, con un cigarro en la mano, pero a comparación de mí, su mano es temblorosa y su respiración alterada, nos miramos, de esas miradas que dicen que nada está bien. Pero aun así solo queda preguntarle:

-¿Gusta otro?-

Y ella responde amablemente – sí, pero que tus papis no se den cuenta.-


    Estiro la mano para que tome un cigarro, y al tomarlo ella solo empieza a llorar, solo te quedas callada, sumido en tus pensamientos y decirle si todo está bien. En eso, me armo de valor. Y le pregunto.

- Se encuentra bien todo, gusta o necesita que le ayude en algo-


    Ella solo asienta con la cabeza y te enseña sus brazos moreteados por un buen jaloneo, como sabes que es un jaloneo, por tu vivencia en tu ex relación toxica. Y tomas valor al preguntar

- Está bien si llamo a la policía.

Pero ella solo baja la cabeza y con voz baja y desquebrajada

Dice – NO.-


    Total, le dices que piense y se tranquilice, te quedas un rato más y platicas de la pandemia. Sin más antes, ofrecerle tu celular y decirle que estas para ella.

Ella, se mete a su casa y bueno, te quedas sola.

Bajas a tu habitación y te vas a dormir, total. Mañana es un día más. Pero un día menos.

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