Un azteca, en el azteca, se despide
- Jaime Andrade
- 26 jun 2020
- 6 Min. de lectura
La noche en que Vicente Fernández hizo vibrar el Estadio Azteca

Sábado 16 de abril del 2016, a partir de las nueve de la noche el Coloso de Santa Úrsula (Estadio Azteca) fue testigo de la despedida de uno de los grandes ídolos de la música ranchera, Vicente Fernández Gómez o “El Charro de Huentitán” como se le conoce a este gran artista, frente a más de 85 mil asistentes les dice adiós a los escenarios, pero su carrera discográfica, con más de 50 años seguirá en pie.
Son las seis y media de la tarde, la explanada del Estadio Azteca ya estaba atiborrada de vendedores ambulantes. Con acento chilango se escucha “Llévele, llévele, aquí está la playera oficial del adiós a Chente”; “Ya lleva su llavero ‘Un azteca en el azteca’ se va de a 70 baros”, “Tazas, ya lleva la taza oficial, ¡barata!, es original” se escucha por toda la planicie, sino la arman en este concierto no la van a armar nunca.
No solo se vende mercancía de “Don Chente”. Humo blanco se ve a varios metros y la gente se atiborra en bola; tacos de bistec, pechuga asada, longaniza y tortillas hechas a mano por dos señoras es lo que también se vende; suertudos los que comen sentados en unos bancos rojos, la mesa está llena de un gran festín, nopales, frijoles, papas, salsa verde, roja, pápalo, entre otras cosas, acompañan los tacos, bien pudiera un ejército abastecerse.
De manera sospechosa, jóvenes cercanos a la avenida Tlalpan, muy discretamente te preguntan “¿te faltan o te sobran?”, se refieren a la compra y venta de boletos, aunque este concierto fue gratuito, es decir, se regalaron por medio de diversas dinámicas en medios de comunicación, aun así, no faltaba quien se aprovechara y vendiera el boleto a más de $1000 pesos.
Siendo las siete y media de la noche la gente ya hacía fila para entrar, aunque el boleto dijera el lugar y piso, se aplicaba el típico “matanga dijo la changa” pues no se tenía un control y cada quien se sentaba en donde quisiera, a excepción de la chancha, donde varios famosos tenían reservado un lugar para despedir a su amigo Vicente.
Todos situados en su lugar veían impactados el águila real mexicana que custodiaba el frontón del escenario, estaba pintada a mano, de fondo musical eran puras canciones de salsa, algo muy raro para la ocasión, pero no faltaba los que se pusieran a bailar. El reloj seguía avanzando y aún no llegaba la hora, chiflidos, la ola y porras hacían retumbar el estadio.
Dicen que quien no toma no es feliz y eso es muy cierto. La venta de cerveza estaba prohibida antes de las ocho de la noche. Una tina con el logo de “Corona” estaba más custodiada que una camioneta de valores, la cerveza de barril estaba ahí dentro, muchas personas, en su mayoría hombres se acercaban a comprar y mal encarado el vendedor les decía “ahorita a las ocho, todavía no está abierto” y aunque hicieran reír con chistes nada más no soltaba la chela.
Ocho en punto, la gente comenzaba a ponerse más alegre. En cuenta regresiva y en coro: “cinco… cuatro… tres… dos… uno…” le gritaban al vendedor de cerveza quien al escuchar el “uno”, tomo un vaso de plástico de Corona, lo levanto como si fuera el Trofeo del Mundial de Fútbol y todos lo ovacionaron.
Pruebas de audio “sí, sí, uno, dos, tres, un, dos, tres, probando” se comenzaba a escuchar, esto anunciaba el inicio del concierto.
Siendo las 09:18 pm y en medio de rechiflas el Azteca se quedó a oscuras, las luces de los celulares iluminaron la penumbra del Coloso de Santa Úrsula; como si fueran luceros que se movían de izquierda a derecha. En las pantallas locales, apareció un video, un cielo azulado era la primera toma, una canción sinfónica acompañaba el visual “el vuelo del águila” lleva por nombre, la segunda toma fue un águila mexicana en vuelo, el video siguió con el galope de caballos, Vicente Fernández apareció en ultimo plano y los gritos hicieron vibrar el escenario.
Con el sonido a tope las trompetas pitaron, los violines chillaron, el guitarrón tocó graves y la vihuela y guitarra comenzaron a raspar; con traje color negro, botonadura oro de caballos, moño negro grecado de amarillo, sombrero blanco estilo Jalisco piteado de oro y botines negros Vicente Fernández salió del centro del escenario, a su mano izquierda, el sombrero y en la otra mano su micrófono, ambas las alzo hacia enfrente en señal de saludo y comenzó a cantar “No se me rajar”, fue la primera canción de apertura.
Terminando esta canción, Vicente miro a todo su público y con acento ranchero les dijo: “Hay una cosa que no se compra ni con todo el oro del mundo y eso ustedes siempre me lo han regalado, sin que tenga que ponerles una pistola en la cabeza pa’ que que lo hagan” dijo agitado y agrega que lo que más valora de todo su público es “Su presencia, su cariño, su respeto y sus aplausos”, terminando una voz entrecortada le salió mientras la gente le gritaba “Chente, Chente, Chente”.
El concierto continuo de manera ininterrumpida, Vicente de vez en cuando emitía un mensaje para presentar una canción. Uno de los momentos emotivos fue cuando dijo: “Estas canciones me da mucho gusto cantarlas, pero al mismo tiempo me lástima” ese bloque sería puras canciones de su álbum “Para Siempre”, el cual fue producido por el ya fallecido “Rey del Jaripeo” Joan Sebastián, “Estos Celos” fue la canción más coreada y aplaudida.
El estadio grito como nunca cuando Chente expresó: “Hace 22 años lance al más pequeño de mis potrillos, y hoy, por ser la última actuación de mi carrera, quiero invitarlo con el respeto que él merece como cualquier otro artista, no va a cantar mucho eh, porque es mi despedida no su debut” bromeo, terminando salió Alejandro Fernández con traje negro y moño rojo, las trompetas comenzaron a tocar “Paloma Querida” ambos la cantaron y el público aplaudió, pues pudieron ver a dos grandes en escena.
La siguiente canción que interpretaron juntos fue “No volveré”, al terminar Vicente Fernández dijo que se iría a un cambio de vestuario, pero que Alejandro se quedaría a cargo, quien interpreto dos canciones más, “Mátalas y Mi padre” esta última canción, estuvo acompañada de fotos gigantes de ellos dos compartiendo momentos especiales.
Al regresar, Vicente lucio un traje color durazno, con botonadura de oro, moño café con grecas amarillas, sombrero blanco bordado con colores amarillo y fondo café y botines durazno, le hicieron continuar con canciones como “Acá entre nos, A pesar de todo, Bohemio de Afición” entre otros clásicos de su carrera que le permitieron continuar.
De pronto, un pequeño accidente sucedió, el pantalón de Vicente comenzaba a caerse y de pronto alguien entro corriendo a sostenerlo, Chente dijo “me quedan grandes, ¿me dan permiso que toquen los muchachos del mariachi dos o tres canciones mientras yo vengo para darles las otras dos horas y media?” los mariachis tocaron sones mexicanos y la gente por arte de magia se levantó y zapateo, el piso se movía como si fuera un pequeño sismo.
De regreso Vicente lucio un hermoso traje de gamuza negro, combinaba con su botonadura, nuevamente de oro y sombrero blanco continúo cantando, “Mujeres divinas, Marioneta, Hermoso Cariño”, entre otras, no fue hasta que se entonó el Rey donde de pronto en las pantallas gigantes artistas como Thalía, Placido Domingo, Banda el Recodo, Marco Antonio Solís, entre otros cantaron el rey y le daban una felicitación por su carrera, con más fuerza cantó Vicente después.
“México lindo y querido” es con una de las canciones cuando ya anuncia el final del concierto y así fue, con la bandera de México que lo cubría en toda la espalda el águila real Vicente cantaba, las golondrinas comenzaron a entonarse y uno de sus mariachis con un discurso improvisado pedía aplausos y gritos para despedir el rey.
Con una voz impecable, 76 años de edad, en ese concierto. Vicente Fernández cantó 60 temas musicales, más de 100 discos grabados y ventas por casi 70 millones, ha tenido en su carrera reconocimientos como:2 Grammys, 8 premios Grammy Latino, y 14 Premios Lo Nuestro, ese día el Charro de Huentitán dejó su legado en este escenario.
Aquí puedes disfrutar un fragmento de su concierto:
Comments